El Alto es ciudad construida con el puro esfuerzo de los hijos del país, es la ciudad más nativa existente de la región. Ha sido voluntad de los actuales Pakajaqis, Qullas, Lupakas, Carangas, Charkas, Qharaqaharas, Lipes… todas las nacionalidades del Qullasuyu contar con una propia ciudad a la par de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba para restituirse un centro político y económico. Así ha sido como en pocos años de ser una barriada dependiente de La Paz, pasó a ser una ciudad con identidad y peso político propio. Despuntando el siglo XXI El Alto ha cambiado el curso de la historia, marcó el camino hacia el pachakuti, hacia la descolonización.
Desde el año 2000 El Alto perfiló el peso de su importancia, su peso estratégico traducido en las movilizaciones y cierre de caminos que permitió a Felipe Quispe enfrentar a los ministros de Banzer y decirles: “inquilinos por qué me matan, por qué matan a mi pueblo”. Lo que vino luego fue el desmoronamiento del poder político colonial. La marcha por la Asamblea Nacional Constituyente protagonizado por los pueblos indígenas que el año 2002 planteó la necesidad de sentarse en la mesa para negociar nuevos estatutos, nuevos pactos con los hijos de Pizarro. Fue la primera gran movilización india que no llevaba ningún petitorio, sino el mandato de arreglar las cosas, de redactar por primera vez una Constitución. Los partidos políticos, los q’aras se burlaron preguntando “y dónde está el pliego petitorio para negociar”. Gonzalo Sánchez de Lozada y su grupo (MNR) estaban seguros del monopolio que les había tocado en suerte por ser q’aras. Se aprestaron a ganar las elecciones y luego asumir el mando de la administración. Pocos meses duró la ilusión del poder, fueron chiquillos del Colegio Ayacucho que dieron la primera señal acerca de los contados días que tenía el régimen. Luego vino octubre con sus grandes días, la inmolación de decenas de alteños para poner fin al régimen. Fueron días de gloria para la alteñidad, las zonas de las laderas de Chuki Apu, los ayllus y comunidades del departamento que comenzaron a cercar el centro del poder administrativo, hora tras hora, día tras día. El Alto, el Qullasuyu caminaba por la senda de sus mayores, de Tupa Katari y Bartolina Sisa.
Es El Alto, por su representatividad traducida en el mosaico de sus barrios, que estableció el Mandato de Octubre: la Nacionalización y la Asamblea Nacional Constituyente de carácter originaria. El Alto acunó la revolución india, el Pachakuti, poner fin a la noche y restablecer el día. Una de sus más importantes realizaciones ha sido el retorno de la facultad de gobierno a un hijo del país, de la Pachamama, como es el Presidente Evo Morales Ayma. En el pensamiento qulla (andino) el cabal concepto de lo ocurrido y lo que queda por ocurrir es Pachakuti, la restauración de la vida y el orden. El espacio qulla/tawantinsuyu, el tiempo propio fue destruido y usurpado por la invasión y la colonización. La facultad de gobierno y el robo, a nombre de los reyes de España, pasó a Francisco Pizarro y sus secuaces, y desde entonces la administración ha sido colonial en beneficio de España y de su heredera la república de Bolivia.
Ya en los primeros años de la invasión española los gobernantes inkas comenzaron una de las más largas y esforzadas guerras anticoloniales, nombres como el Manco Inka, Tupa Amaru, Tupa Amaru II, Zárate Willka simbolizan los esfuerzos por destruir el orden colonial representado en el poder del criollaje[1] y su ciudad. El 13 de marzo de 1781 Tupa Katari instaló su cuartel general en El Alto el objetivo: extirpar el mal, la colonia incrustada en el cuerpo del Qullasuyu. El cerco a La Paz, ciudad española donde incluso se encontraba el Oidor de Chile Tadeo Diez de Medina, en la guerra anticolonial, buscaba la liberación del espacio usurpado por la colonia, acabar con el poder de la administración colonial. La acción constituía la materialización de una estrategia largamente planificada en coordinación con líderes que desarrollaron las mismas acciones en Canas y Canchis, Potosí y Oruro. Las acciones de guerra fueron iniciadas el 3 de marzo en los valles de Caracato y Sapaqui, bajo el indudable comando de Tupa Katari que galopaba entre Sica Sica y Ayo Ayo. Ya en agosto de 1780 en Potosí, Tomás Katari Cacique de Chayanta había iniciado el conflicto con el corregidor Joaquin Alós, en tanto que el 10 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui cacique de Pampamarca, Tungasuca y Surimana mandó ajusticiar mediante horca al corregidor de Canas y Canchis. En Oruro el 10 de febrero Santos Mamani (…) encabezó operaciones que el 11 tuvo la mayor claridad de cómo compartía un mismo objetivo con Tupa Amaru.
El teatro de la guerra fue el Qullasuyu, no existían ni el Perú ni Bolivia, sino un país seccionado en administraciones coloniales (Audiencia del Cuzco y Audiencia de Charcas), que desgraciadamente dividieron el Qullasuyu. El comando indio estuvo conformado en su mayoría por líderes del Qullasuyu, José Gabriel Condocanqui era cacique de Tinta de Canas y Canchis.
Para entender el objetivo que tenía el cerco, es importante saber del comportamiento de la colonia y la significación que tenía la ciudad de La Paz para los indios. El 6 de marzo ante denuncia del cura de Viacha de estar “sus indios” rebelados, la ciudad decidió enviar a ése pueblo una tropa de 700 españoles bajo el mando de un Manuel Franco con la orden “de que a cuantos encontrasen en las calles o durmiendo en sus casas, se matase a fuego y espada, sin distinción de mujeres ni párvulos” acabaron así con 200 vidas de hombres, mujeres y niños (incluso de pecho que fueron degollados) que inocentes dormían en sus habitaciones[2]. Tan solo las sospechas del cura que por temor va a refugiarse a la ciudad y para justificar su cobardía acusa de “traidores” a los pobladores de Viacha, la colonia comete una matanza con el solo objetivo de escarmiento y el beneficio del terror, que los indios deben profesar a los españoles. Así visto los españoles no podían ser humanos, no había justificativo alguno para degollar niños de pecho, eran fierrasq’ara wich’inkha anu y La Paz era su madriguera; y, ciertamente que La Paz se amuralló y atrincheró para enviar tropas punitivas que multiplicarían sus hazañas de Viacha, con el fruto siempre del botín, que en esa ocasión cosecharon y llevaron a su ciudad.
El 12 de marzo en la noche, la colonia repitió una nueva correría, ésa vez al pueblo de Laja 800 españoles (más indios amigos) abandonaron la ciudad, y cuál fue la sorpresa de los vecinos al ver que en el camino que sube hacia Alto Lima, el día 13 de marzo, después de medio día los indios asomaron en multitud y esa noche los españoles se refugiaron a montón en las iglesias y las mujeres en pánico lanzaban alaridos. Cuánto sienten los españoles cuando la congoja y el dolor les afecta, pero para su creencia los indios no sienten, eran solo objetos de odio, desprecio y castigo.
El día 14 Tupa Katari desplegó sus tropas en orden que bajaban por el camino a Potosí (actual villa Nueva Potosí) cada nación, cada marka con su bandera y la presencia de la wiphala del Qullasuyu. Para las 2 de la tarde la ciudad española entró en pánico, se repitieron las escenas de la noche anterior iglesias llenas de refugiados, mujeres en llanto. Huérfanos de comando y tropa buscaron ir al encuentro de sus soldados en Laja y el comisionado que para tal efecto debía ir por la via de Chacaltaya, regresó presuroso dando cuenta del completo cerco.
El Alto como materialización de ciudad india es el mejor homenaje a Tupa Katari, waranqa waranqaw kutt’ani, se expresa en la ciudad que es y en la capacidad política demostrada desde el año 2003. Para el Qullasuyu y en particular para El Alto, el cerco tiene fundamental importancia, las acciones de masas de octubre 2003 las movilizaciones de 2005, el masivo traslado a Sucre para impedir que se consume la restauración del régimen en la figura de Hormando Vaca Diez no se explican sino es en el camino de Katari.
[1] . Traducido por Pablo Gonzales Casanova como Colonialismo Interno, véase González Casanova, Pablo. Sociología de la explotación, México DF: Siglo XXI, 1969.
[2] . Diez de Medina, Tadeo. Diario del alzamiento de indios conjurados contra la ciudad de nuestra señora de La Paz. Imprenta Don Bosco, La Paz, 1981.
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