martes, 26 de abril de 2011

La Reconstitución


Entre los meses de mayo y junio del año 2002 autoridades indígenas de ayllus y markas del país a través de una larga caminata de más de 30 días formularon al conjunto de la sociedad boliviana la necesidad de una Asamblea Nacional Constituyente. El planteamiento tenía como fin parar la violencia política, revisar el modelo económico basado en la extracción de materias primas e iniciar un proceso de diálogo que permita a los pueblos indígenas expresar su visión respecto a la constitución del país. Sin embargo se impuso el interés de los grupos de poder que hizo presidente nuevamente a Gonzalo Sánchez de Lozada y la crisis se ahondó hasta llegar a febrero-octubre del 2003.

Para los pueblos indígenas la Asamblea Constituyente fue prevista como el escenario ideal para tratar el tema de la reconstitución, que desde fines del decenio de 1980 había impulsado a las comunidades indígenas a retornar a su institucionalidad encarnada en el ayllu.

En la conciencia nativa el ayllu representa el espacio de autonomía, la plataforma desde donde proyectar la reconstitución de la identidad política mayor: Qullasuyu – Tawantinsuyu. Así fue que desde los ayllus surgió la voz rebelde en los años 1960, manifiesto político que denuncio la continuidad del colonialismo, la farsa de la creación de la república en 1825 por los mismos colonos españoles, la interminable y permanente guerra en contra del indio. El indianismo, qué duda cabe, fue la ideología que planteó por primera vez la necesidad de acabar con el colonialismo. La descolonización, como no puede ser de otra manera, fue planteada como reconstitución de la identidad nacional qulla, y en paralelo la reconstituciones de las naciones tupi guaraníes (que es como fue pensado desde los andes la diversidad de los pueblos de tierras bajas).

En lo formal luego de los avatares de la Asamblea Constituyente el nuevo texto constitucional ha proclamado un nuevo tipo de Estado, el Estado Plurinacional del Bolivia constituida por todas las naciones existentes dentro de las fronteras. Desde entonces mucha agua ha corrido debajo del puente, los símbolos qullas ocupan prominentes lugares públicos, ha sido creado un Viceministerio de Descolonización, que con seguridad debe estar haciendo supremos esfuerzos para llevar adelante los mandados de Tupa Katari y Zárate Villca. El camino empieza recién, por las características tan particulares de la política boliviana el antiguo régimen cada vez da muestras de seguir “vivito y coleando”. Los hacedores de la política continúan siendo los mismos (culitos blancos había dicho Jaime Paz Zamora). Es pues útil volver a las ideas iniciales de la descolonización

Volver a ser

La colonización, representada en las bandas de pillos comandados por Francisco Pizarro, luego de apoderarse del país, puso sus nombres: Nueva Castilla, Nueva Toledo, luego Virreinato del Perú, Audiencia de Charcas. Cuando en 1825 los colonos hicieron su república pusieron nombre de Bolívar, en manifiesto llunk’erío con el comandante que venia del norte. La descolonización no quiere decir otra que des hacer lo hecho por los extranjeros colonizadores, expulsados los colonos en un país del Africa que había sido llamado Rodhesia, volvió a ser Zimbawe. La descolonización en el Qullasuyu tiene entonces un camino y un objetivo definido.

Todas las guerras indias, que son guerras anticoloniales, han tenido ese objetivo, hay que recordar nada más qué buscaba Tupa Katari con el cerco a La Paz y el embalse de las aguas en Chacaltaya y lo mismo encontraremos en los caminos de Zárate Villca, Juan Lero. Fue así que Santos Marca Tola y Eduardo Nina Quispe en toda la primera mitad del siglo XX trabajaron incansablemente por la reconstitución del Qullasuyu (Renovación del Bolivia). Incluso en ese mismo tiempo Manuel Rigoberto Paredes, descendiente de los caciques Siñani de Carabuco, escribió un libro titulado El Kollasuyu, publicado el año de 1916, que reconstruye el territorio Qullasuyu desde Canchis hacia el sur, reivindica a pueblos ubicadas en el Norte del Cuzco como son aimaraes, chumbivillcas, Villcas Huamán, Sora, Huarochiri, Chancas que al momento de la invasión española, hablaban el idioma aymara (jaqi aru), atestiguada por la persistencia de lenguas anteriores al aymara como son el cauqui y el jaqaru. La integridad de la nación qulla, así como de su territorio, ha sido confirmado por los estudios de historiadores que pasaron largos años en los archivos (Waldemar Espinoza Soriano, Trsitan Platt et al, Katherine Julien, Ana Maria Presta..)

Descripción: 2

(tomado de Tristan Platt et.al 2006)

Cuál la significación del nombre Qulla? Veamos, el jesuita Ludovico Bertonio que el año de 1612 publicó el Vocabulario de la lengua aymara, traduce:

· Qulla (Colla) como: purga, comida o beuida, y cualquiera emplasto, y otras medicinas para curar.

· Qullana (Collana): excelente, cosa prima.

· Qullana: el primero. Nayra: idem

· Qullanankata (collanancata): Ser el primero, Estar en primer lugar

Ha sido la reconstitución del ayllu iniciado en el decenio de 1990 que volvió tras las huellas de la memoria, a través de la lectura de la historia, así como de los documentos que cada uno de los ayllus aún conserva, esta mirada ha dado cuenta de la estructura política territorial Qulla en sus dos grandes regiones:

:

Collao Charcas

Canas Karanka

Canchis Killakas Azanjaqi

Qullas Sura

Kallawaya Charka

Lupakas Qara Qara

Pakajaqi Lliphi

Chichas

Chuwi

La descolonización es reconstitución, como el proceso político en curso es pachakuti, si es que acaso hubiesen olvidado.

jueves, 14 de abril de 2011

Qué es el indigenismo?

El protagonismo que cobró el indio como actor político desde las movilizaciones del año 2000, la crisis del 2003 y el encumbramiento de Evo Morales como Presidente de Bolivia, ha llevado a que mucha gente, en particular los que escriben usen de manera indiscriminada la palabra indigenismo. Haciendo entender que lo que hace el indio es por supuesto y mecánicamente indigenista, siendo que esta forma de pensar y accionar corresponde a los no indios, gentes que en su momento proyectaron la solución final del problema del indio a través de la asimilación; desde el Estado y la antropología mexicana el indigenismo fue propagado a todos los gobiernos del continente desde 1948.

Es otra muy distinta el pensamiento y la acción política que los mismos indios llaman indianista, cuya abominación por las élites no termina, habiendo tenido como su víctima más señalada a Fausto Reinaga. Sin embargo muchas de las más caras ideas indianistas hoy son parte de propuestas que se oponen al capitalismo y sus proyecciones colonialistas; vivir bien, madre tierra, descolonización... para nombrar algunas de ellas.

Alejandro Marroquín, en Balance del indigenismo. Informe sobre la política indigenista en América (1972), definió al indigenismo como:

"la política que realizan los estados americanos para atender y resolver los problemas que confrontan las poblaciones indígenas, con el objeto de integrarlas a la nacionalidad correspondiente".

Para Gonzalo Aguirre Beltrán, no solo era una política social sino:

"el indigenismo no está destinado a procurar la atención y el mejoramiento del indígena como su finalidad última, sino como un medio para la consecución de una meta mucho más valiosa: el logro de la integración y desarrollo nacionales, bajo normas de justicia social, en que el indio y el no indio sean realmente ciudadanos libres e iguales".

Por su parte el mismo Instituto Indigenista Interamericano definía al Indigenismo como "una formulación política y una corriente ideológica, fundamentales ambas para muchos países de América, en términos de su viabilidad como naciones modernas, de realización de su proyecto nacional y de definición de su identidad" (Instituto Indigenista Interamericano" 1991: 63).

El indio era apenas un objeto, un medio para metas realmente supremas, cual es la formación del Estado Nacional[1].

Alfonso Caso que fue el primer director del Instituto Nacional Indigenista, creado en 1948, resumía la labor indigenista:

“El instituto Nacional Indigenista considera que la verdadera actitud es la de una acción gubernamental que tiende a capacitar la comunidad indígena dándole los medios técnicos indispensables para su vida y su propia defensa; uno de estos medios, quizá el más eficaz, es la enseñanza del idioma nacional en que están redactadas nuestras leyes, en que se redactan las gestiones antes ante los poderes públicos. Otro medio es la construcción de caminos que permitan la rápida conexión con otras comunidades y las ciudades de nuestro país. La acción del Estado debe ser, en consecuencia, una acción de protección y fomento, una acción que tienda al cambio cultural, pero sin que se provoquen desajustes y tenciones que disuelvan las vida orgánica de la familia o de la comunidad[2]”.

El indigenismo fue concebido como la “ideología del mestizo, método y técnica de unificación nacional”, un proceso dinámico que tiene su origen en el cruzamiento e interacción entre las culturas india y europea, que siendo conflictiva da paso a la integración cultural, de las regiones culturales (regiones de refugio) mediante la aculturación del indio, esto es su desculturización para su incorporación a la nación[3]

Siguiendo el desarrollo del indigenismo mexicano, era la educación del indio el punto de partida para un accionar continental. En 1918 hubo una Primera Convención Internacional de Maestros, efectuada en Buenos Aires, que recomendó "la incorporación de los aborígenes a la cultura moderna". En 1933 en Montevideo, la VII Conferencia Panamericana expresó la necesidad de que se celebrara una Conferencia Interamericana de expertos en asuntos indígenas, resolución ratificada por el VII Congreso Científico Americano que se llevó a cabo en México en 1935. En la Conferencia de Montevideo participaron por Bolivia Casto Rojas, David Alvéstegui y Arturo Pinto Escalier. Dos años más tarde, la Primera Conferencia Panamericana de Educación, efectuada también en México, aprobó la organización de “un Congreso Continental para estudiar el problema de los indios en los países de América Latina". Fue en la VIII Conferencia Panamericana, reunida en Lima en 1938, que fue adoptada una resolución declarando que los indígenas "tienen un preferente derecho a la protección de las autoridades públicas para suplir la deficiencia de su desarrollo físico e intelectual" (sic), y que debería ser propósito de todos los gobiernos "desarrollar políticas tendientes a la completa integración de aquéllos en los respectivos medios nacionales”. En aquella Conferencia decidieron patrocinar la celebración de un congreso indigenista interamericano.

El Comité Ejecutivo Provisional que se encargó de la realización del Congreso Indigenista Interamericano fue animado por Luis Chávez Orozco. Sin embargo fue Moisés Sáenz quien recibió la designación de llevar adelante la Dirección Provisional del Instituto; nombrado embajador de México en Perú, ocupó la dirección de manera interina Carlos Girón Cerna, de Guatemala. Fue Manuel Gamio que tomó a su cargo la dirección.

El Instituto Indigenista Interamericano tuvo por directores a: Manuel Gamio, Miguel León-Portilla, Gonzalo Aguirre Beltrán, Oscar Arze Quintanilla, José Matos Mar y José del Val Blanco. En 2002 asumió la Dirección Guillermo Espinosa Velasco (ex director General de Instituto Nacional Indigenista, de México) y fue en esta gestión desapareció por obsoleta y con él el indigenismo como ideología y práctica política colonialista etnocida.

En Bolivia el Instituto Indigenista Boliviano fue creado en 1941 como dependencia del Ministerio de Educación, con el nombre de Departamento de Asuntos Indígenas y Bellas Artes y terminó su existencia al crearse la Secretaría de Asuntos Etnicos, ...

El año de 1968 Guillermo Bonfil Batalla y otros autores publican De eso que llaman la antropología mexicana que causó un quiebre en el quehacer antropológico mexicano y el indigenismo continental. Escrita en el contexto de mayo 1968 y en la crítica a la antropología comprometida con la formación de la identidad nacional. Guillermo Bonfil Batalla uno de los autores señalaba “El ideal de redención del indio se traduce como en Gamio en la negación del indio. La meta del indigenismo, dicho brutalmente, consiste en lograr la desaparición del indio”.

Esta crítica cobraba fuerza con el accionar de algunos gobiernos latinoamericanos donde ocurrieron matanzas de indios en Colombia y el Brasil. Fue en el Congreso de Americanistas de Stuttgart de 1968 que Robert Jaulin se destacó por sus denuncias. En 1970 publicó el libro La Paz blanca. Introducción al etnocidio.

La repercusión fue importante en la comunidad académica y en los pioneros del internacionalismo indio, uno evento importante fue la celebración entre los días 7 y 12 de Diciembre de 1981, en San José, Costa Rica, del Seminario " Etnocidio y Etnodesarrollo en América Latina" convocado por UNESCO y FLACSO que contó con la asistencia de representantes de organizaciones indígenas de América Central y de Sud América así como otros expertos.

En los inicios del internacionalismo indio es importante señalar la realización de la Primera Reunión de Barbados en 1971, en la Declaración los participantes sostuvieron:

“… las misiones religiosas y los científicos sociales, principalmente los antropólogos, deben asumir las responsabilidades ineludibles de acción inmediata para poner fin a esta agresión, contribuyendo de esta manera a propiciar la liberación del indígena”

El documento postulaba la necesidad de que el indio se asuma protagonista de su propio destino:

“1) Es necesario tener presente que la liberación de las poblaciones indígenas es realizada por ellas mismas, o no es liberación. Cuando elementos ajenos a ellas pretenden representarlas o tomar la dirección de su lucha de liberación, se crea una forma de colonialismo que expropia a las poblaciones indígenas su derecho inalienable a ser protagonistas de su propia lucha.

2) En esta perspectiva es importante valorar en todo su significado histórico la dinamización que se observa hoy en las poblaciones indígenas del continente y que las está llevando a tomar en sus manos su propia defensa contra la acción etnocida y genocida de la sociedad nacional. En esta lucha, que no es nueva, se observa hoy la aspiración de realizar la unidad panindígena latinoamericana, y, en algunos casos, un sentimiento de solidaridad con otros grupos oprimidos.

3) Reafirmamos aquí el derecho que tienen las poblaciones indígenas de experimentar sus propios esquemas de autogobierno, desarrollo y defensa, sin que estas experiencias tengan que adaptarse o someterse a los esquemas económicos y sociopolíticos que predominen en un determinado momento. La transformación de la sociedad nacional es imposible si esas poblaciones no sienten que tienen en sus manos la creación de su propio destino. Además, en la afirmación de su especificidad sociocultural las poblaciones indígenas, a pesar de su pequeña magnitud numérica, están presentando claramente vías alternativas a los caminos a transitados por la sociedad nacional..[4]

La Declaración de Barbados II de julio de 1977 fue suscrita por 18 líderes indios y 17 antropólogos, en el documento fueron enfatizadas las estrategias y los instrumentos requeridos para el logro de la liberación del indio, y para ello la necesidad de una ideología consistente teniendo como matriz a la cultura y al legado histórico. En este marco fue debatido el derecho a la autodeterminación de los pueblos indios y la necesidad de su descolonización. Posteriormente en reuniones realizadas en Sud, Centro y Norte América fue sistematizado un cuerpo de ideas y conceptos que dieron lugar a la emergencia de la ideología indianista

Este proceso coincidió con la apertura en Naciones Unidas al tratamiento de las cuestiones indígenas. La Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección de las Minorías nombró a José Martínez Cobo Relator Especial para la realización de un estudio sobre la discriminación sufrida por las poblaciones indígenas[5]; el estudio contenido en 5 volúmenes fue entregado entre 1981-1984. En ese mismo tiempo (1982), el Consejo Económico y Social (ECOSOC) creó el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas. Este grupo de trabajo se convirtió en plataforma de importantes progresos en la adopción de derechos y participación de los pueblos indígenas en los distintos espacios internacionales.

En dicho estudio de Martínez Cobo propuso la siguiente caracterización de lo indígena:

Son comunidades, pueblos y naciones indígenas los que, teniendo una continuidad histórica con las sociedades anteriores a la invasión y precoloniales que se desarrollaron en sus territorios, se consideran distintos a otros sectores de las sociedades que ahora prevalecen en esos territorios o en parte de ellos. Constituyen ahora sectores no dominantes de la sociedad y tienen la determinación de preservar, desarrollar y transmitir a futuras generaciones sus territorios ancestrales y su identidad étnica como base de su existencia continuada como pueblo, de acuerdo con sus propios patrones culturales, sus instituciones sociales y sus sistemas legales. (E/CN.4/Sub.2/1986/87)

Ha sido importante la definición establecida por Martínez Cobo, así como fueron importantes los avances en el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas. Reconociendo dichos avances la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el Convenio 169 propuso un concepto que hoy es aceptado por los pueblos indígenas como por los Estados:

“considerados indígenas por el hecho de descender de poblaciones que habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertenece el país en la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica, conserven todas sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas (Art. 1, b)

“La conciencia de su identidad” es considerada como un criterio fundamental para determinar los grupos a los que se aplican las disposiciones del Convenio en cuestión. El avance tanto en la conceptualización de lo indígena como en la determinación de los sujetos de derecho ha tenido un significativo desarrollo, que considera fundamental la auto identificación. La identidad es determinada por las mismas personas y colectividades indígenas “Los pueblos indígenas tienen derecho a determinar su propia identidad o pertenencia conforme a sus costumbres y tradiciones” (Art 33,1 Declaración), sostiene la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas, adoptada den septiembre de 2007. Esta autodeterminación de la identidad de las personas indígenas se refleja en el derecho a la libre determinación como pueblos (art. 3).

La libre determinación se expresa en la representación y en el discurso libre determinado, no en la usurpación de la voz y menos en la elaboración y traducción, como ocurre hoy con muchos personajes que se hacen pasar de intérpretes y voceros del pensamiento indio. Sin embargo los fantasmas del pasado tienen el raro privilegio de volver, gamonales y tinterillos reviven prácticas indigenistas.



[1] . La muerte del Estado Nación en Bolivia y el Ecuador es la muestra del más rotundo fracaso del indigenismo, siendo el Estado Plurinacional propuesta indianista del movimiento indio ecuatoriano desde el levantamiento de junio de 1990 y de todos los movimientos indios de la región.

[2] . Citado en Marroquin, Alejandro. Balance del Indigenismo. Instituto Indigenista Interamericano, Mexico 1977, pp2-3.

[3] . Ordoñez Mazariegos, Carlos Salvador “Tradición y modernidad. Encuentros y desencuentros de los pueblos indios frente al indigenismo y los procesos de globalización”

[4] . Barbados, 30 de enero de 1971,Miguel Alberto Bartolomé, Nelly Arevelo de Jiménez, Guillermo Bonfil Batalla, Esteban Emilio Mosonyi, Víctor Daniel Bonilla, Darcy Ribeiro, Gonzalo Castillo Cárdenas, Pedro Agostinho da Silva, Miguel Chase-Sardi, Scott S. Robinson, Silvio Coelho dos Santos, Stefano Várese, Carlos Moreira Neto, Georg Grünberg.

[5] . Fue en 1971 que la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección de las Minorías designó Relator Especial a Martínez Cobo para que desarrolle un estudio detallado de la discriminación en perjuicio de las poblaciones indígenas.

lunes, 11 de abril de 2011

Tupa Katari, El Alto y el camino a la descolonización


El Alto es ciudad construida con el puro esfuerzo de los hijos del país, es la ciudad más nativa existente de la región. Ha sido voluntad de los actuales Pakajaqis, Qullas, Lupakas, Carangas, Charkas, Qharaqaharas, Lipes… todas las nacionalidades del Qullasuyu contar con una propia ciudad a la par de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba para restituirse un centro político y económico. Así ha sido como en pocos años de ser una barriada dependiente de La Paz, pasó a ser una ciudad con identidad y peso político propio. Despuntando el siglo XXI El Alto ha cambiado el curso de la historia, marcó el camino hacia el pachakuti, hacia la descolonización.

Desde el año 2000 El Alto perfiló el peso de su importancia, su peso estratégico traducido en las movilizaciones y cierre de caminos que permitió a Felipe Quispe enfrentar a los ministros de Banzer y decirles: “inquilinos por qué me matan, por qué matan a mi pueblo”. Lo que vino luego fue el desmoronamiento del poder político colonial. La marcha por la Asamblea Nacional Constituyente protagonizado por los pueblos indígenas que el año 2002 planteó la necesidad de sentarse en la mesa para negociar nuevos estatutos, nuevos pactos con los hijos de Pizarro. Fue la primera gran movilización india que no llevaba ningún petitorio, sino el mandato de arreglar las cosas, de redactar por primera vez una Constitución. Los partidos políticos, los q’aras se burlaron preguntando “y dónde está el pliego petitorio para negociar”. Gonzalo Sánchez de Lozada y su grupo (MNR) estaban seguros del monopolio que les había tocado en suerte por ser q’aras. Se aprestaron a ganar las elecciones y luego asumir el mando de la administración. Pocos meses duró la ilusión del poder, fueron chiquillos del Colegio Ayacucho que dieron la primera señal acerca de los contados días que tenía el régimen. Luego vino octubre con sus grandes días, la inmolación de decenas de alteños para poner fin al régimen. Fueron días de gloria para la alteñidad, las zonas de las laderas de Chuki Apu, los ayllus y comunidades del departamento que comenzaron a cercar el centro del poder administrativo, hora tras hora, día tras día. El Alto, el Qullasuyu caminaba por la senda de sus mayores, de Tupa Katari y Bartolina Sisa.

Es El Alto, por su representatividad traducida en el mosaico de sus barrios, que estableció el Mandato de Octubre: la Nacionalización y la Asamblea Nacional Constituyente de carácter originaria. El Alto acunó la revolución india, el Pachakuti, poner fin a la noche y restablecer el día. Una de sus más importantes realizaciones ha sido el retorno de la facultad de gobierno a un hijo del país, de la Pachamama, como es el Presidente Evo Morales Ayma. En el pensamiento qulla (andino) el cabal concepto de lo ocurrido y lo que queda por ocurrir es Pachakuti, la restauración de la vida y el orden. El espacio qulla/tawantinsuyu, el tiempo propio fue destruido y usurpado por la invasión y la colonización. La facultad de gobierno y el robo, a nombre de los reyes de España, pasó a Francisco Pizarro y sus secuaces, y desde entonces la administración ha sido colonial en beneficio de España y de su heredera la república de Bolivia.

Ya en los primeros años de la invasión española los gobernantes inkas comenzaron una de las más largas y esforzadas guerras anticoloniales, nombres como el Manco Inka, Tupa Amaru, Tupa Amaru II, Zárate Willka simbolizan los esfuerzos por destruir el orden colonial representado en el poder del criollaje[1] y su ciudad. El 13 de marzo de 1781 Tupa Katari instaló su cuartel general en El Alto el objetivo: extirpar el mal, la colonia incrustada en el cuerpo del Qullasuyu. El cerco a La Paz, ciudad española donde incluso se encontraba el Oidor de Chile Tadeo Diez de Medina, en la guerra anticolonial, buscaba la liberación del espacio usurpado por la colonia, acabar con el poder de la administración colonial. La acción constituía la materialización de una estrategia largamente planificada en coordinación con líderes que desarrollaron las mismas acciones en Canas y Canchis, Potosí y Oruro. Las acciones de guerra fueron iniciadas el 3 de marzo en los valles de Caracato y Sapaqui, bajo el indudable comando de Tupa Katari que galopaba entre Sica Sica y Ayo Ayo. Ya en agosto de 1780 en Potosí, Tomás Katari Cacique de Chayanta había iniciado el conflicto con el corregidor Joaquin Alós, en tanto que el 10 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui cacique de Pampamarca, Tungasuca y Surimana mandó ajusticiar mediante horca al corregidor de Canas y Canchis. En Oruro el 10 de febrero Santos Mamani (…) encabezó operaciones que el 11 tuvo la mayor claridad de cómo compartía un mismo objetivo con Tupa Amaru.

El teatro de la guerra fue el Qullasuyu, no existían ni el Perú ni Bolivia, sino un país seccionado en administraciones coloniales (Audiencia del Cuzco y Audiencia de Charcas), que desgraciadamente dividieron el Qullasuyu. El comando indio estuvo conformado en su mayoría por líderes del Qullasuyu, José Gabriel Condocanqui era cacique de Tinta de Canas y Canchis.

Para entender el objetivo que tenía el cerco, es importante saber del comportamiento de la colonia y la significación que tenía la ciudad de La Paz para los indios. El 6 de marzo ante denuncia del cura de Viacha de estar “sus indios” rebelados, la ciudad decidió enviar a ése pueblo una tropa de 700 españoles bajo el mando de un Manuel Franco con la orden “de que a cuantos encontrasen en las calles o durmiendo en sus casas, se matase a fuego y espada, sin distinción de mujeres ni párvulos” acabaron así con 200 vidas de hombres, mujeres y niños (incluso de pecho que fueron degollados) que inocentes dormían en sus habitaciones[2]. Tan solo las sospechas del cura que por temor va a refugiarse a la ciudad y para justificar su cobardía acusa de “traidores” a los pobladores de Viacha, la colonia comete una matanza con el solo objetivo de escarmiento y el beneficio del terror, que los indios deben profesar a los españoles. Así visto los españoles no podían ser humanos, no había justificativo alguno para degollar niños de pecho, eran fierrasq’ara wich’inkha anu y La Paz era su madriguera; y, ciertamente que La Paz se amuralló y atrincheró para enviar tropas punitivas que multiplicarían sus hazañas de Viacha, con el fruto siempre del botín, que en esa ocasión cosecharon y llevaron a su ciudad.

El 12 de marzo en la noche, la colonia repitió una nueva correría, ésa vez al pueblo de Laja 800 españoles (más indios amigos) abandonaron la ciudad, y cuál fue la sorpresa de los vecinos al ver que en el camino que sube hacia Alto Lima, el día 13 de marzo, después de medio día los indios asomaron en multitud y esa noche los españoles se refugiaron a montón en las iglesias y las mujeres en pánico lanzaban alaridos. Cuánto sienten los españoles cuando la congoja y el dolor les afecta, pero para su creencia los indios no sienten, eran solo objetos de odio, desprecio y castigo.

El día 14 Tupa Katari desplegó sus tropas en orden que bajaban por el camino a Potosí (actual villa Nueva Potosí) cada nación, cada marka con su bandera y la presencia de la wiphala del Qullasuyu. Para las 2 de la tarde la ciudad española entró en pánico, se repitieron las escenas de la noche anterior iglesias llenas de refugiados, mujeres en llanto. Huérfanos de comando y tropa buscaron ir al encuentro de sus soldados en Laja y el comisionado que para tal efecto debía ir por la via de Chacaltaya, regresó presuroso dando cuenta del completo cerco.

El Alto como materialización de ciudad india es el mejor homenaje a Tupa Katari, waranqa waranqaw kutt’ani, se expresa en la ciudad que es y en la capacidad política demostrada desde el año 2003. Para el Qullasuyu y en particular para El Alto, el cerco tiene fundamental importancia, las acciones de masas de octubre 2003 las movilizaciones de 2005, el masivo traslado a Sucre para impedir que se consume la restauración del régimen en la figura de Hormando Vaca Diez no se explican sino es en el camino de Katari.



[1] . Traducido por Pablo Gonzales Casanova como Colonialismo Interno, véase González Casanova, Pablo. Sociología de la explotación, México DF: Siglo XXI, 1969.

[2] . Diez de Medina, Tadeo. Diario del alzamiento de indios conjurados contra la ciudad de nuestra señora de La Paz. Imprenta Don Bosco, La Paz, 1981.