jueves, 6 de octubre de 2016

La invasión española al Qullasuyu - Tawantinsuyu
Carlos Mamani

Durante los años 1524 a 1528 Francisco Pizarro, con base en Panamá, se dedicó a la tarea de merodear por las costas del Pacífico, hasta cerciorarse de la existencia del Tawantinsuyu. Terminada su misión exploradora, emprendió viaje a España al encuentro con la reina Juana (la loca), llevando animales[1] y personas como testimonio de la veracidad de su "descubrimiento". En Toledo, un 26 de julio 1529, la reina de España hizo contrato con Francisco Pizarro para el asalto al Tawantinsuyu: “La Reyna. Por quanto vos el Capitán Francisco Pizarro vezino de Tierra Firme llamada Castilla de Oro, por vos y en nombre del Venerable Padre Hernando de Luque, maestrescuela e provisor de la iglesia del Darién… y del capitán Diego de Almagro… nos hizistes relación que vos e los dichos vuestros compañeros, con deseo de servir e del buen acrecentamiento de nuestra Corona real, puede aver cinco años poco más o menos que con licencia y parecer de Pedrarias Davila, nuestro gobernador y capitán general, tomastes cargo de yr a conquistar, descubrir e pacificar e poblar por la costa de la mar del sur de la dicha tierra a la parte de Levante a vuestra costa y de los dichos vuestros compañeros” (el subrayado es nuestro).

Descubrir, pacificar, conquistar y poblar son palabras que marcan no solo la conducta de los españoles que el año de 1532 tomaron el control del Tawantinsuyu, sino de la política a ser impuesta desde la metrópoli europea. Descubrir fue acto consumado por lo que la reina reconoce privilegios y derechos a Francisco Pizarro y sus socios. Pacificar, lleva implícita la declaración de guerra a las gentes y pueblos de las tierras “descubiertas”, apropiadas como patrimonio de los reyes de España por donación del obispo de Roma. Conquistar es el mandato de imponer el dominio de los reyes de España por sobre los territorios y pueblos del continente. Y, finalmente poblar era la determinación prejuiciosa de que el país estaba vacío, que ignora e invisibiliza a la población nativa. En dicho contrato la reina Juana reconoció que en la empresa, los tres socios habían invertido más de 30.000 pesos de oro; sin embargo, dichos gastos no serían devueltos, sino reconocidos mediante privilegios a otorgarse en el mismo contrato. Además, para la fase de la conquista la capitulación subrayaba que siendo el deseo de Pizarro y compañía servir a su Reina, los costos de la invasión también estarían sujetos a la inversión privada, sin reconocer obligación de satisfacer y devolver los gastos a incurrirse (Cieza de León, Crónica del Perú, t.3 1985: 79). No esta demás señalar que la inversión hecha por Pizarro y sus socios procederían también de los robos y asaltos en Panamá.

Con la sola información de Pizarro la reina de España otorgó licencia y facultad para que en nombre de la Corona real de Castilla, continúe el descubrimiento, conquista y poblamiento de la provincia del Perú hasta doscientas leguas, desde Tenpula hasta llegar al pueblo de Chincha (ídem: 80). El Tawantinsuyu en los documentos españoles fue nombrado Perú y convertido en provincia del imperio español; antes de la invasión y conquista efectiva ya formaron parte del patrimonio de los reyes de España. Junto a la licencia la reina otorgó a Pizarro por merced el cargo de gobernador y capitán general de “toda la provincia del Perú”. El cargo fue dotado con el salario de 725,000 maravidís cada año, contando desde el día que partiese de España, que serían a su vez pagados de las rentas reales en las tierras a conquistarse. Las rentas reales no eran más que la parte del expolio que separaría  para la corona española, la misma reina estaba adelantándose a la participación en el botín del asalto, del cual saldría salario de Pizarro. Por su parte Pizarro se obligó a pagar del salario a recibir un Alcalde mayor, 10 escuderos y 30 peones, un médico y un boticario. Además recibió los títulos de: Adelantado del Perú, alguacil mayor.

La invasión y el asalto, desde ya estuvo marcado por la deslealtad y la traición, que luego llevaría a los invasores a matarse entre ellos cuál fieras enloquecidas por la sangre y los tesoros del país conquistado. Pizarro obtuvo para Hernando de Luque el título de obispo de Tumbez y para Diego de Almagro la “tenencia de la fortaleza que ay y oviere en la ciudad de Tumbez” con salario de 100.000 maravidís cada año y una ayuda de costa de 200.000 maravides cada año, y fue convertido en hombre hijodalgo. Los trece de la fama, que acompañaron a Pizarro en el “descubrimiento”, recibieron igual reconocimiento de hijodalgos y los que ya fueren serían elevados a caballeros de espuelas doradas.

Con dichas credenciales, pero con el resentimiento de Almagro, Francisco Pizarro partió de Panamá en enero de 1531 con 180 hombres y 36 caballos. A este grupo se sumarían posteriormente grupos al mando de Sebastián de Benalcazar que alcanzó a Pizarro en Puerto Viejo y Hernando de Soto en la isla de Puná, desde donde fueron bajando por la costa hasta Tumbez; y desde donde desembarcando y tomando camino fueron en busca del Inka. Pizarro y su pandilla subieron hacia la sierra alardeando de su poder anunciando que se apoderarían de toda la tierra y despojarían de su gobierno al Inka. Las gentes que los veían pasar contaban como se burlaban de ellos cuando se enteraban que adoraban al Sol y a otros dioses “asi lo mostravan más claro quando violavan sus guacas” (Cieza de León 1985, tercera parte: 183).

Hecha las primeras relaciones, embajadas, entre Pizarro y el Inca, y establecido el lugar y la fecha del “encuentro” Atawallpa había ordenado que 20,000 de sus soldados bajo el mando de Rumiñahui tomase por las espaldas a los españoles, para que cuando escapasen los atasen con las sogas que llevaban (Pedro Pizarro 1986: 34). El inka los tenía identificados como fenómenos a quienes debía darse el mismo trato que a los animales.

El poder del Inca expresado en el número de su ejército, su comitiva y los señores que lo acompañaban era tan imponente que los aventureros estaban muertos de miedo, así contó más tarde el soldado Pedro Pizarro que en sus escondites de los edificios que circundaban la plaza, “sin sentillo, se orinauan de puro temor” (Pizarro 1986: 36). Atawallpa avanzaba desde los baños, en que había estado descansando, al encuentro de los españoles en Cajamarca con la idea de conocer y comunicarse, mientras que los españoles esperaban agazapados para iniciar el asalto. Atawallpa no tenía ninguna duda sobre la naturaleza y la personalidad de los españoles, a quienes ya la gente había nombrado de vagabundos y el encuentro por el que tanto porfiaban los extranjeros, solo tenía como objeto notificarles que se fueran del país, antes devolviendo todo lo expoliado y reconociendo sus arbitrariedades y crímenes

Su avance fue majestuoso y portentoso, delante de Atawallpa, que en andas iba acompañado por el señor de Chincha, dos mil personas barrían el camino, y delante mismo del inca había gente que cantaba y danzaba, mientras que los guerreros que acompañaban, iban a ambos lados del camino (Pizarro 1986: 37). Entrando a la plaza la gente cantaba, era una fiesta.

Sin embargo los extranjeros esperaban agazapados para la ejecución de su plan. La cuadrilla esperaba oculta y solo saldría el cura Vicente Valverde, acompañado por Hernando de Aldana y Martinilllo, el intérprete, quienes ejecutaron el requerimiento ante el Inca, emplazándolo a reducirse al servicio del rey de España y del dios cristiano, en circunstancias difíciles de aclarar un breviario que alcanzó el cura al inca cayó al suelo, lo que llevó al iracundo Valverde a pedir la espada de Aldana, seguramente para emprender contra Atawallpa. Este fue un incidente que molestó al inca quien con toda su majestad “les dixo que se fuesen para bellacos ladrones, y que los auia de matar a todos” (Pizarro 1986: 38).

Según la pretensión de los extranjeros, el Inka aceptando el requerimiento, debía comprometerse a pagar tributo al rey de España, convirtiéndose en su súbdito. Antes debía renunciar al gobierno del Tawantinsuyu como lo habían hecho otros. Luego establecida mediante ese medio “la paz y amistad” con los extranjeros debía obligarse “de grado o por fuerza” a creer en Jesucristo y abominar la “superstición de los ídolos”. Reiterando la obligación que tenía el Inka de aceptar de buena gana, el cura amenazó que de lo contrario “serás apremiado con guerra a fuego y a sangre” (Garcilazo de la Vega 1970: 76).

Siguiendo la narración de Garcilazo, la respuesta del inca fue inmediata, cuestiona y se burla de su lógica y es más niega cualquier entrega a poder extraño, por más superior y divino que fuese. Ante semejante respuesta no pudiendo “sufrir la proligidad del razonamiento” salieron los españoles de sus escondites para matarles y despojarles de sus joyas de oro, plata y piedras preciosas, que los asistentes llevaban por creer sería un solemne encuentro entre los españoles y el Inka (Garcilazo de la Vega 1970: 83).

El texto del requerimiento puesto en boca de Valverde es ilustrativo respecto a la imposición del estado colonial, así como respecto a los derechos que hasta hoy son alegados por los pueblos que fueron parte del Tawantinsuyu. En primer lugar Pizarro (representado por Valverde) se presentó como embajador de Carlos V y no como gobernador y capitán general, como había sido designado, si tomamos en cuenta entonces el estatus y rango de tal, éste no hizo más que violentar las normas más elementales de relación entre reyes y estados. Segundo, el embajador, de pronto aparece ya como Capitán General del “ejército” invasor que ofrece, primero una alianza y confederación y acto seguido exigió al Inca se convierta en tributario y de manera escandalosa pretendió su inmediata renuncia y entrega del gobierno. Tercero, arremete contra la religión del Inca y su pueblo por abominable y diabólica. Para lo que servía el requerimiento, porque asimismo “quiera que no quieras” “apremiado con guerra a fuego y a sangre” sería obligado a recibir la fe de Jesucristo y renunciar al gobierno. Ante la elocuencia de los sucesos de Cajamarca está claro que el estado de derecho fue interrumpido por la cuadrilla de Pizarro, así como el gobierno y la soberanía inca fueron desconocidos por la vía más artera y contra todo derecho.

Inmediatamente Francisco Pizarro ordenó, tocar trompetas, disparar un pequeño cañón que tenía el griego Pedro de Candia y la salida de la caballería a tropel, los caballos llevaban en las patas cascabeles, para espantar a la gente que había llenado prácticamente la plaza. Francisco Pizarro y su hermano Juan salieron con la gente de a pie y con el objetivo de apoderarse de los dos señores que iban en las andas, ordenando no matar al Inca. Para apoderarse de Atawallpa mataron gran cantidad de gente que llevaba las andas, pues inmediatamente que eran muertos unos eran prontamente reemplazados por otros. Espantada la gente, en su desesperación por salir de la cancha derribaron una parte del muro gigante que circundaba la plaza. Los españoles se dieron su primer festín de matanzas y sangre persiguiendo a la gente. El objetivo de los españoles era secuestrar a Atawallpa, teniéndolo en su poder podían sentirse tranquilos y dueños del mundo.

Secuestrado Atawallpa se vio obligado a acceder a los requerimientos de sus captores de pagar un rescate a cambio de su libertad, que la leyenda señala que el aposento donde estaba preso el Inca sería llenado de metales preciosos, el cual como llama Pedro Pizarro, fue asentado por un escribano, el acta de lo que estaba prometiendo el inca. La escritura fue estrenada en estas tierras y de manera oficial para asentar el expolio, el robo, del que como se ha visto la reina Juana ya había determinado los salarios de Pizarro, Almagro, Luque y demás asaltantes y eventuales funcionarios reales.

El asesinato del Inca ocurrió igualmente en circunstancias muy oscuras que señalan como causas el “espíritu justiciero” de los extranjeros que habiéndose enterado de la muerte ordenada por Atawallpa en contra de su hermano Waskar, que se encontraba en poder del ejército quiteño, procedieron a hacer justicia. La acusación urdida por Felipillo, el wankawillka, que habiéndose enamorado perdidamente de una de las mujeres de Atawallpa, fue que el Inca preparaba una masacre de los poquísimos españoles. Sin embargo, la razón era que estando vivo el Inka no tendrían participación en el reparto del asalto (de la habitación de oro y plata), los 164 españoles iban a continuar percibiendo la suma de tesoros y ellos mientras tanto continuarían como convidados de piedra, su muerte fue entonces una cuestión política  para aplacar los ánimos de los asaltantes.

El inca fue llevado a juicio, donde el tribunal estaba formado por sus propios captores, y la sentencia dada fue que debía ser ahogado a garrote y su cuerpo quemado por haber tenido en vida varias mujeres (Pizarro 1986: 62-63). Atawallpa, juzgado por los asaltantes, fue llevado al centro de la cancha, y en el colmo de la hipocresía Vicente Valverde “predicó” para que el Inca antes de ser asesinado se tornase cristiano bautizado. Su cuerpo fue enterrado en una Iglesia que los extranjeros habían instalado en Cajamarca, a poco tiempo el cadáver inca sería rescatado por sus leales para ser llevado hacia Quito. Un asesinato que desde la historiografía colonial es visto como juicio.

En el argumento de la cuadrilla de asaltantes, la prisión de Atawallpa era importante para el éxito de la invasión, sin embargo ni su muerte ni el despojo de su gobierno pudieron ser vistos como algo político, sino como crimen que luego sería tan útil a los reyes de España para proclamarse herederos de los incas. A la muerte de Atawallpa, destruido el gobierno, los invasores se dieron a un saqueo general del país, robando todo cuanto hallaron de oro y plata en las casas del sol, en los santuarios de las guacas, en las casas de los señores y de la gente particular. “Este fue el primer tributo y esquilmo que llevaron de la tierras”, esquilmo que llegó al mismo Rey de España (Santillán 1879:56).

El asalto no terminó con el agotamiento de los tesoros andinos, sino que prosiguió con la incursión a los depósitos estatales de ropa y otros bastimentos que el inka tenía, “que no quedó cosa”. Luego el turno tocó al ganado, del que igualmente se apoderaron primero de los hatos del sol y del inca, y luego de los otros señores y ayllus. Todos se hicieron con el ganado, el que más pudo, más, y lo que no podía aprovecharse lo destruían. Era tal locura que habiendo aprendido el gusto por los sesos de llama, mataban cantidad de llamas, para solamente comer los sesos, desperdiciando lo demás. O sucedía que para hallar una llama gorda, mataban diez o doce. La suerte corrida por el ganado fue fatal, exterminados en carnicerías y  en las entradas (conquistas),  “de esta suerte apuraban casi cuanto ganado había en la tierra, con tanta diligencia como si les hubiera mandado Dios… y así, habiendo en aquella tierra más ganados que hierbas, la dejaron casi sin ninguno” (Santillán 1879: 56-57).

A la par del saqueo y la destrucción, Francisco Pizarro procedió a poblar la tierra, fundar ciudades y repartirse el país y su gente en encomiendas, cada conquistador entonces se convirtió en vecino y encomendero a la vez. Fernando Santillán, dijo al respecto: “Después desto, el dicho gobernador Francisco Pizarro repartió la tierra y encomendola por repartimiento a los españoles, dando a cada uno un valle o provincia con sus señores. Estos encomenderos se hicieron cada uno de ellos un inga, y así usaron por virtud de las dichas encomiendas de todos los derechos, tributos y servicios que aquella tierra hacía al inga, y más los que ellos les añadieron, como adelante se dirá. Hicieron que les hiciesen casas en los pueblos que fundaron muy grandes, y así como el inga, en subjetando un provincia, luego le hacían servicio de los ganados y chácaras y mujeres y lo demás questá dicho, así los encomenderos hicieron a sus caciques que les hiciesen dicho servicio, no de tierras, porque no pretendían entonces cultivarlas como el inga, sino destruirlas: pidieronles cuanto oro y plata tenían, piedras, esmeraldas y toda ropa fina y ganados, las hijas y mujeres hermosas demás de las del sol y del inga, que estaban en los encerramientos, que también las heredaron; así que deste primer golpe dejaban barrido el valle o repartimiento que les encomendaba” (Santillan 1879: 56-57)

Con la encomienda fue establecida la relación colonial. Los encomenderos acordaban con los curacas “pidiendo de cada cosa la cantidad que se le antojaba”, la arbitrariedad se convirtió en norma y la autoridad nativa fue subordinado  al cumplimiento de tales arbitrariedades; un ejemplo que brinda Santillán es que los encomenderos entregaban piedras grandes para que los curacas dieran a su vez una determinada cantidad de peso (o suma de pesos, varias piedras) en oro y plata cada año, y esta era la norma del despojo en todos los géneros que la población colonizada debía sufragar. El miedo y el terror fueron los métodos usados “porque para atemorizallos para estas cosas mataron y quemaron a muchos y a otros encarcelaban en encerramientos muy oscuros hasta que de desesperados se ahorcaban”. Los caciques y sus ayllus ante la imposibilidad de cumplir con la carga hacían grandes sacrificios y búsqueda permanente y siempre quedaban en falta, entonces venía del encomendero los azotes a los caciques, encierros bajo ayuno, del que eran liberados solo si encontraban lo exigido por el español “a otros ponían al fuego y los chamuscaba, y algunos dejaban asarse del todo”, entonces muchos caciques, optaron por el suicidio “porque tenían mejor morir que pasar aquella tiranía” (Santillán 1879: 58).

Este esquilmo y saqueo, que para los no indígenas resultará demasiado lejano, constituye el argumento más elocuente para el planteamiento de la restitución. Sin embargo, esta palabra como el acto mismo fueron ensayados durante esos mismos tiempos cuando los propios conquistadores agobiados por su conciencia buscaron devolver, restituir a los indios parte de lo robado. La violencia destructiva se tradujo en la humillación y el trauma; el sacrilegio de los santuarios tenía como fin la despersonalización colectiva, que hoy se traduce en una autoestima colectiva signada por el fatalismo y la resignación. En el orden espiritual el tiempo colonial advino cuando Pachaqama fue destruido, convertido en ruinas como lo es ahora.

No fue a la muerte de Atawallpa que el Tawantinsuyu se acabó; sino, que descubierta la naturaleza de la política española, los incas después de una guerra no venturosa, establecieron su gobierno en Willkapampa, de donde el último gobernante legítimo fue nuevamente secuestrado para ser ejecutado públicamente frente a su pueblo en la capital. 

Mientras las bandas de españoles comandadas por Francisco Pizarro consumaban la destrucción del Tawantinsuyu, el Qullasuyu permaneció aún libre de la presencia europea hasta el año de 1538. Asentado el poder extranjero en la ciudad del Cuzco, las diferencias entre los dos socios Francisco Pizarro y Diego de Almagro fue en aumento a la vuelta de España de Hernando Pizarro que a cambio del tesoro inca, del rescate de Caxamarca, negoció privilegios y reconocimientos para ambos.

La gobernación concedida a Francisco Pizarro fue acrecentada con otras setenta leguas al sur de Chincha y de ése margen hacia el sur, fue creada otra gobernación para Diego de Almagro con el nombre de Nueva Toledo, porque la de Pizarro había sido llamada Nueva Castilla. Mucho antes de que Hernando Pizarro hiciera públicas las provisiones reales, Diego de Almagro comenzó a disputar la posesión del Cuzco.
El Qullasuyu, nombrado en los papeles como Nueva Toledo, fue invadido por primera vez por los españoles durante la fallida conquista de Chile por Diego de Almagro, cuyo contingente estaba conformado por gente traída por Pedro de Alvarado y que no tuvieron parte en el asalto al Cuzco y a los tesoros inkas; estaban desesperados en tener parte y hacerse de un nuevo Cuzco. Asimismo era interés de Francisco Pizarro que los rufianes llegados con Pedro de Alvarado desocupasen lo antes posible el territorio de su gobernación, o deshacerse de ellos.

La gobernación anteriormente concedida a Francisco Pizarro fue acrecentada con otras setenta leguas al sur de Chincha y de ése margen hacia el sur, fue creada otra gobernación para Diego de Almagro con el nombre de Nueva Toledo, la de Pizarro fue llamada Nueva Castilla. Mucho antes de que Hernando Pizarro exhibiera las provisiones reales Diego de Almagro comenzó a disputar la posesión del Cuzco a Francisco Pizarro, que luego fue saldado con la decapitación de este otro "gobernador".
Muerto Almagro a manos de Hernando Pizarro, luego de la batalla de Salinas, Francisco Pizarro que fue desde Lima al Cuzco para conocer los sucesos acaecidos se informó que la tierra desde el desaguadero adelante “estaua todo alzado” (Pedro Pizarro: 186). Entonces envió a Gonzalo Pizarro con 200 hombres para que “fuese a apaciguar y a conquistar”, quienes llegando al desaguadero, encontraron gente de guerra. A estos doscientos hay que sumar los miles de nativos que comandaba Paullu. Los españoles, 10 o 12 se echaron con su caballo al río a nado para cruzarlo, quienes perecieron ahogados por lo hondo y por obra de los guerreros indios que los apedreaban (Pedro Pizarro1986: 187). Gonzalo Pizarro ante el desastre con ayuda de sus aliados indios al mando de Paullu, que construyeron balsas, logró  pasar de noche a algunos de sus hombres, quienes dando de improviso sobre los guerreros qollas lograron hacerlos retroceder. Entonces rehicieron el puente que estaba soltado en el frente norte, así paso el grueso de los españoles y los indios “amigos” al mando de Paullu. La tierra estaba alzada sirve de justificación para el asalto y el robo perpetrados por los seguidores de Pizarro.
Pedro Cieza de León sostuvo que Hernando Pizarro estando en el pueblo de Chukuito se informó de la junta de la gente de guerra que le esperaba en Chakamarka, llegando a la orilla norte del Desaguadero, los españoles vieron que el puente ya no estaba “E como allegasen a la laguna e viesen la puente, que de azes de leña suele ser, deshecha” (Cieza de León 1991: 371). El puente no había sido deshecho, sino solamente soltada en su extremo norte, flotando en la corriente del río asegurada aún en sus “estacas”. También es de hacer notar que el puente no estaba hecha con haces de leña, sino con totora, se trataba de un puente flotante.
Al frente los Qulla “dando grandísyma grita” desafiaban a los extranjeros y sus aliados al mando de Paullu. Los invasores en un primer momento “no supieron qué hazer” sin contar con el puente para pasar adelante; cinco españoles, a caballo se lanzaron al agua, no sabiendo la profundidad del río, cuatro de los cuales murieron ahogados y otro que logró salir al frente, fue inmediatamente apresado y llevado,  según Cieza a un templo y sacrificado. Esta aseveración es totalmente discutible, el español como todas las cosas de castilla no son frutos para servir como “pago”, lo cierto fue que aquel español simplemente fue ajusticiado. En la batalla que se dio sobre el Desaguadero las primeras bajas fueron de los extranjeros. Ante la resistencia Qulla Gabriel de Rojas tuvo que retroceder hasta Zepita para traer madera, con la que habría sido rehecha el puente “e trayda alguna madera e aderezo, hizieron alguna manera de puente con que pudieron pasar a la otra parte”. El ejército nativo no podría haber simplemente dejado el Desaguadero. El contingente español encontrando que “los yndios avían ya huydo”, habría caminado sin mayor problema hacia Cochabamba. El curso seguido por Hernando Pizarro que recogía cuanto oro y plata pudiese no encontró oposición alguna.
La memoria de los Qaraqara  y Charka señala que cuando ocurrió la invasión “todos  los naturales de esta provincia de los Caracaras, así de la nación de los Charcas y Caracaras, Chichas, Chuis, Quillacas, Carangas y los Soras, estas dichas siete naciones”  recibió órdenes desde el Cusco que hicieran guerra a los españoles y a su aliado Paullo. Entonces las  siete naciones dieron guerra a los extranjeros correspondiendo a cada uno de las siete naciones diversas partes del campo de batalla. Con excepción del qhapaqa Charka de nombre Coysara, quien se rindió ante Hernando Pizarro en el sitio del pueblos de Aukimarka, luego se unió Muruqu qhapaqa de  Qaraqara[2].  
El Qullasuyu fue inmediatamente repartido entre los miembros de la banda de Gonzalo Pizarro, quienes se dedicaron a un saqueo sin fín y a un festín interminable de violencia y asesinatos  a los hijos del país.     




[1] . “Miraban todos las ovejas que llevó y como Pedro de Candia, que fue con él, oviese visto lo de Tumbez y lo contaba” y le decía a Candia que eran fábulas e invenciones. (Cieza de León, Cronica del Perú, tercera parte 78). Las ovejas nombradas por Cieza de León son camélidos sudamericanos, llamas.
[2] “El Memorial de los Mallku y principales de la Provincia de los Charcas” F 9-10, En:Qaraqara-Charka Mallku inca y Rey en la provincia de Charcas siglo XV-XVII), Platt y otros,La Paz,2006 
Khari Khari, el matador
Carlos Mamani Condori


Un personaje en hábito de monje recorre los Andes aterrorizando a su población. Con señas harto conocidas deambula sin cansancio ni pausa, sin embargo hasta el momento nadie pudo encararlo, menos llevarlo ante las autoridades para acusarlo de sus crímenes. Khari Khari es el nombre genérico que le ha dado la población, no se trata de un solo individuo sino de una legión esparcida por todo lo ancho y largo de la región. El habitante andino nace y muere temiendo sus poderes, temiendo perder la vida, temiendo por su familia y por su comunidad.
Khari Khari, cuya traducción literal es “el que corta”, dicen sus víctimas y sabedores que deambula generalmente por las noches en parajes, caminos y calles solitarias. Durante el mes de agosto sus salidas son menos disimuladas, armado de campanilla y rosario atrae a personas desprevenidas, las duerme y opera a través de técnicas y magia la extracción del unto, una grasa especial; luego sobreviene súbita la muerte. No hay duda que es un sacerdote, el mismo cura del pueblo o del barrio, pero también las sospechas recaen en sus auxiliares indios como son los sacristanes, que por tanto servir al cura aprenden sus artes. El unto es un producto muy escaso, sostienen, que por ello es altamente requerido en Europa y los Estados Unidos para la medicina[1]. Por ese motivo los extraños, los “gringos”, son sospechosos de tal actividad, mas cuando sin motivo alguno transitan por comunidades, pueblos y barrios. Por la misma razón los médicos entran a la categoría de sospechosos, porque ellos, que saben operar el cuerpo humano, tienen información acerca del valor comercial del unto.
Khari khari, sin embargo de su apariencia humana e incluso piadosa, por sacerdote cristiano, no es de naturaleza humana. Tampoco pertenece a la tradición oral, no existen fábulas que contar como sí lo tienen Pedro Urtimala, Atuq Antonio y tantos otros sobre sus andanzas. Es tan real que cotidianamente circulan noticias sobre personas que fallecen con un claro diagnóstico que lo señalan como autor. A través de cortes en el costado derecho del cuerpo extrae la grasa, cuando una persona muestra los síntomas, familia y comunidad se movilizan y se esfuerzan por encontrar, el antídoto,  una bebida que es preparada por especialistas en pueblos del Altiplano como Huarina, Achacachi y comunidades de aquella. Los sobrevivientes que viven para contar sus experiencias, identifican al momento de haber quedado dormido en algún paraje, generalmente un lugar ligado a la religión católica, como la causa de su repentino y mortal malestar.
De dónde salió el personaje? siendo un conocido de los indios y por el nombre que lleva en aymara y quechua, será que tenga origen nativo, acaso pre hispánico? Por su apariencia inconfundiblemente europea, la pregunta también podría ser: cuándo llegó? Por la ambigüedad con la que se presenta en los estudios antropológicos es complejo definir su origen. Pese a tantos estudios que reportan sus andanzas no hay certeza en los hallazgos de posibles respuestas. Sin embargo podemos asegurar que su presencia es muy antigua; desde los abuelos, y los abuelos de éstos, rigen los cuidados para no caer en sus manos. Un código de conducta que los pobladores andinos están obligados a mantener frente a Khari Khari:
-          No andar con extraños
-          No andar y menos intimar con curas, monjas y otros afines (pastores protestantes)
-          No andar por lugares cercanos a templos y capillas, mucho menos en las horas extremas
-          No confiar en los médicos y tener el mismo cuidado del hospital cual si fuera una iglesia católica
-          Tener mucho cuidado durante el mes de agosto que es cuando Khari Khari anda más suelto
-          Estar prevenido contra los rezos y el sonar de campanillas
Una educación preventiva que por sus claras y estrictas reglas preserva la vida de las personas y de la comunidad.
Khari Khari es un viejo conocido de la antropología, desde los primeros hallazgos realizados por estudioso de las costumbres y el folklor regional han corrido ríos de tinta describiendo al personaje como producto de la imaginación nativa, una muestra de folklore y supervivencia de sus mitos y tradiciones[2].
El personaje que asemeja al mítico vampiro de las películas[3], en los primeros años de la imposición del dominio europeo dejó huellas, fueron los mismos españoles de ése tiempo que reportaron de sus actividades. Las pistas y versiones son escasas, pero suficientes como para  identificarlo en el matador español tan bien retratado por Bartolomé de las Casas en su Brevísima Relación. La secuela de crímenes, el reguero de sangre que fue dejando desde sus primeros años en las islas del Caribe, lo llevan a través de sus propios cronistas a México, donde se lo ve de cuerpo entero actuando. Luego desde Panamá bajó hacia el sur, como que Pedro de Alvarado fue por oro hasta el Perú y fueron sus compañeros, que habiendo engrosado el grupo de Diego de Almagro, impusieron el arte de ranchear.




[1]Los animales también tienen unto.  La grasa de camélidos, llama, muy requerida para el pago, la preparación de mesas de ofrendas a la Pachamama y demás santuarios existentes.
[2] Arguedas, José Maria. “Folklores del Valle de Mantaro. Provincias de Jauja y Concepción”. En: Folklore Americano pp 101-239, Lima, 1953; Zalles, Jaime “Complementación de las dos medicinas en el campo”. En: Gerardo Fernandez Juares, Médicos y yatiris. Salud e Interculturalidad en el altiplano aymara. Pp229-241. Ministerio de Salud y Previsión Social/OMS/OPS/ESA/CIPCA,  La Paz, 1999.
[3] Gerardo Fernandez Juarez en su estudio Kharisiris en acción. Cuerpo, persona y modelos médicos en el Altiplano de Bolivia, dedica el primer capítulo al Sacamentacas español, sus andanzas en las diversas regiones de la península, que según la definción del diccionario de español de la Real Academía en lenguaje coloquial es el “Criminal que abre el cuerpo de sus víctimas para sacarles las vísceras. Ser imaginario con que se asuta a los niños” (Fernandez Juarez 2008:18).
David E. Jones incluyó en su libro Evil in our midst una versión recreada de kharisiri que cual vampiro bebe la grasa humana, de un gringo y habiendo saciado duerme tres dás (pp 66-69).